22 julio, 2008

Arrecifes

Vocablo derivado del idioma árabe, arrecife significa calzada o carretera. Sin embargo, su uso más frecuente alude al ámbito marino, a esos inmensos macizos calcáreos que se forman cerca de la costa en los océanos tropicales.

¡Benditos trópicos, pródigos en tierra y mar! Si adentrarse en nuestros exuberantes y húmedos bosques es extasiante, por su riqueza de especies y formas, así como por sus tramas ecológicas intrincadas y armónicas, lo es aún más sumergirse en los arrecifes coralinos. En vez de lo descomunal, de árboles gigantescos y frondosos, cargados de epífitas y bejucos, se trata de un mundo de fina orfebrería, diminuto y multicolor.

Es, a la vez, un mundo atávico, pues las formas zoológicas y botánicas más pequeñas y antiguas en el proceso evolutivo establecieron una indisoluble y benéfica alianza. ¡Y sí que lo es! Esos macizos son el resultado de la actividad de pequeñísimos animales coloniales denominados corales, dentro de los cuales viven algas microscópicas llamadas zooxantelas. Estas capturan la luz solar y la transforman en sustancias nutritivas para los corales y para otra fauna ahí presente, originando asombrosas cadenas alimentarias. Esa maravillosa simbiosis da origen a uno de los sistemas ecológicos más productivos y ricos en diversidad biológica.

Sin embargo, y esta es la parte desagradable de la historia, los arrecifes son muy sensibles a varios factores, y están seriamente amenazados. Por ello, hace unos años se reunieron unos 200 especialistas de todo el mundo, para analizar esta alarmante situación, y declararon a 1997 como el Año Internacional de los Arrecifes Coralinos.

Aunque les afectan factores naturales, como el sobrecalentamiento debido a El Niño y los huracanes, los mayores riesgos provienen de la actividad humana, y especialmente de los sedimentos acarreados por ríos que atraviesan zonas agrícolas o laderas donde la deforestación es severa. A ello se suman plaguicidas y fertilizantes, las aguas servidas de los hoteles de playa, la pesca destructiva y la extracción misma de corales. Una vez más se observa cómo la ignorancia o la codicia de muchas personas convergen para destruir un don natural que, además, es una valiosa fuente de recursos pesqueros.

Pienso que la mayoría de estas personas ni siquiera tienen idea de cómo es un arrecife. Más allá del argumento polémico, los invito a que visiten Cahuita y áreas vecinas, para apreciar este tesoro viviente.

Basta con adentrarse hasta donde el agua llega a la cintura, con apenas una mascarilla, para presenciar un espectáculo alucinante. Ahí la naturaleza se ha desbordado en formas y colores casi surrealistas: un jardín vistoso y compacto, donde al incesante vaivén del suave oleaje se mecen las esponjas, anémonas, pastos marinos y abanicos de mar, al lado de inmensos corales multiformes, y acompañados por cientos de erizos, pepinos y galletas de mar, por pequeños pulpos, anguilas, moluscos, langostas y plácidos cardúmenes de peces de colores fosforescentes.

Sumergirse allí es una manera de reconciliarse con la naturaleza, al sentir humildad, respeto y júbilo ante tan majestuosa obra de la creación.

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