22 julio, 2008

Efemerópteros

No lo noté sino después de un rato. Sostenido contra el viento, sobre el parabrisas de mi carro, ahí estaba el tenue insecto. Esbelta y frágil su leve anatomía. Mi ojo entomológico lo ubicó con presteza: ¡un efemeróptero!, pero mi racionalidad científica se desplomó ante su encanto y mi sorpresa.

¡Curiosos insectos éstos! No se alimentan. Viven tan solo unas pocas horas o días, apenas para reproducirse, para afianzar a plazos, de a poquitos, su inagotable pacto con la vida. Efímeros. De ahí su nombre. Sus ninfas habitan el agua extensamente; ellos el aire brevemente, montados en sus alas cristalinas.

Ingrávidos y leves como las ilusiones, intensos y fugaces como un crepúsculo veraniego, nos dicen de nuestra insignificancia en el tiempo cósmico, nos advierten que todo es para hoy, para la plenitud del día.

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