22 julio, 2008

Noche de libros

Aires frescos y vivificantes, como preludio de diciembre. Lindos para el reencuentro, la amistad y la tertulia, como los de esta noche aquí en el INBioparque, en Santo Domingo de Heredia. Pero nos reúne algo aún más hermoso: la creatividad y la generosidad. Es decir, ser autores de obras novedosas que responden a un compromiso ético y a la solidaridad con nuestros semejantes.

Porque los libros y otros materiales didácticos homenajeados hoy, versan sobre grupos de plantas o animales de nuestra maravillosa y asombrosa naturaleza tropical, sobre cuya comprensión y urgente conservación tanto ha hecho el Instituto Nacional de Biodiversidad (INBio) en el último decenio. Todos bellamente ilustrados, con fotografías o dibujos en color que guardan fidelidad al mundo natural, a la vez que constituyen verdaderas obras de arte en sí mismas, tanto para el deleite estético del usuario, como para hacerle más sencilla su utilización en el campo.

Las únicas excepciones son nuestro libro “Los viejos y los árboles” (coedición Universidad de Costa Rica-INBio), tributo a conservacionistas pioneros e inmarcesible legado para las actuales y futuras generaciones de amantes de la naturaleza, y el cálido recuento que es “Un naturalista en Costa Rica” (coedición INBio-Centro Científico Tropical), en que el sabio anciano Alexander Skutch narra sus ricas y profundas vivencias en nuestras pródigas montañas. Y, además, ese compendio de imágenes de las hermosas formas, volúmenes y texturas de la inusitada animalia concebida en piedra, granito, mármol, acero inoxidable o hierro soldado por la mano prodigiosa de ese demiurgo que es José Sancho quien, generosísimo, donó su colección al INBioparque.

En cada aplauso de homenaje se percibe el afecto de esta colectividad de científicos y artistas convocados por la noble causa de conocer, tutelar y utilizar racionalmente los dones de nuestra diversidad biológica, como se lo ha propuesto y logrado el INBio, en colaboración con muchas entidades nacionales y extranjeras. De una colectividad que es más bien una cofradía, en la que alternan varios ex-profesores, ex-alumnos y numerosos amigos, con la alegre convicción de que hay una herencia natural, en las sabanas, bosques, páramos, ríos, arrecifes y costas, que estamos obligados a continuar defendiendo y perpetuando, y de que el libro es un excelente e incondicional aliado en esta causa.

Menospreciado tantas veces por los agoreros agentes de la pirotecnia tecnológica, ahí está ese libro, breve pero tenaz, que persuade y educa, que eterniza nuestros aportes científicos, y que nunca sucumbirá ante las tecnologías de multimedios, por deslumbrantes y útiles que éstas sean. Porque, en verdad, ese goce sibarítico de arrellanarse en el sillón de un rincón cálido para palparlo, olerlo y disfrutar de las palabras e imágenes con que otros nos comunican sus aportes, solo el libro nos lo ofrece.

¡Enhorabuena que el INBio, con el concurso de otras casas editoriales, acreciente su fecunda labor de difusión y educación conservacionista a través del libro! Y nuestra sincera gratitud por permitirnos ser parte de ese esfuerzo que, sin complejo alguno y con gran calidad científica y estética, tan buena imagen y proyección internacional da a nuestra amada patria.

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