22 julio, 2008

Del viejo Liceo. Tres palabras

Palabras pronunciadas, en representación de los egresados del Liceo de San José en el decenio de los 60, en el encuentro de egresados realizado en su sede, en Barrio México, el sábado 24 de noviembre de 2007.

· Un día nos dijeron que el futuro era nuestro: “Ustedes son el futuro de la patria”. No lo entendíamos muy bien o, quizás, nos daba un temor recóndito pensar en asumir tanta responsabilidad, cuando lo que nos importaba -de adolescentes-, era desvivirnos por el fútbol, así como desvelarnos -llenos de timidez-, por el imposible amor de alguna hermosa compañera.

Ese futuro estaba muy lejos, lejísimos, pero ya ven ustedes que nos alcanzó o, más bien, nos topamos con él desde hace largo rato. Hoy somos ciudadanos maduros -¡algunos un poquillo excedidos!-, sirviendo y ayudando a crear día a día esta amada patria, eterna, aunque siempre inacabada, siempre en construcción.

· Fuimos afortunados los del decenio de los 60 (entre quienes incluyo a mis hermanos Niko, Ivo y Ricardo). Nos tocó nacer y vivir en la Costa Rica surgida del cataclismo y desgarre fratricida del 48 -con todas sus secuelas, malas y buenas-, pero de lo cual emergió un innovador y pujante sistema educativo, tutelado por un Estado benefactor, que hizo posible una inédita movilidad social y, con ello, que la mayoría de los colegiales de un barrio capitalino más bien marginal nos convirtiéramos en valiosos profesionales.

Asimismo, en tan fecunda época, marcada por la ansiada conquista de la luna, nos tocó experimentar todo el fulgor cultural de los años 60. Y, así, entre la entonces considerada estridente música de Los Beatles, el arte pop, la literatura del realismo mágico y la renovada poesía comandada por Jorge Debravo desde el iconoclasta Círculo de Poetas Costarricenses, ser testigos y actores de ese inédito parto planetario inducido por las juventudes del mundo: en los movimientos pacifistas durante la guerra de Vietnam; en la incomprendida rebeldía de quienes, con el amor libre y la paz como estandartes, surgían desde California creando el curioso movimiento “hippie”; en las memorables luchas contra el racismo; en la insurrección estudiantil de París de mayo del 68; en la cruda matanza de Tlatelolco; y en la rebelión de la llamada Primavera de Praga.

Es decir, gracias a esos jóvenes -algunos tan jóvenes como nosotros-, a partir de entonces ya el mundo sería otro, y fue así como crecimos como individuos para aceptar los inevitables cambios del destino y practicar la tolerancia como norma de vida. Sí, ¡de veras que fuimos afortunados!

· Y, finalmente, fuimos más que afortunados porque -refunfuñones y rebeldes a veces, y tal vez sin entenderlo a cabalidad entonces, por la incomprensión inherente a la juventud-, en ese taller de la vida y del espíritu que son las aulas y predios educativos, contamos siempre con la guía académica, cívica y espiritual de esos artífices de juventudes que son los genuinos maestros. Material amorfo y hasta bruto -¡en todo sentido!- que éramos, esos mentores, la mayoría de excelentes calidades académicas y humanas, supieron convertirnos, más que en profesionales, en ciudadanos. Y eso lo paga la Patria con gratitud eterna.

¡Qué alegría, entonces, reencontrarnos en este día, ya en la madurez, con nuestros ex-compañeros de generación, con los colegas del decenio de los 60 -con quienes traslapamos parcialmente- y con los queridos profesores que hoy nos acompañan!

Y, también, evocar con gratitud y respeto y desde lo más hondo del alma a quienes ya no están -profesores o compañeros-, quienes un día o, más bien, muchos días, con calidez, generosidad y cariño se prodigaron para contribuir a hacer de todos nosotros lo que hoy somos!

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