22 julio, 2008

En línea, sin línea

Hace pocas semanas fui invitado a participar como colaborador permanente -lo cual nunca me había ocurrido, y agradezco mucho- del semanario electrónico Informa-tico.com, surgido hace un año y descrito como “el medio electrónico para la Costa Rica que queremos construir, con más democracia, más justicia y menos corrupción”, objetivos con los cuales coincido, por mis convicciones.

Justamente por esos días estaba escribiendo un artículo titulado “Dos cuartillas” (Semanario Universidad, 26-IV-05), alusivo al máximo de extensión comúnmente permitido en este tipo artículos, con motivo de mis 30 años como colaborador ocasional y voluntario en varios periódicos, especialmente Universidad y La República. Comento esto porque, sin ser yo escritor profesional, sino entomólogo especialista en manejo de plagas, no sabía cómo empezar y, más serio aún, cómo continuar con mis colaboraciones en Informa-tico, porque siempre he escrito de manera intermitente y, además, nunca lo he hecho por encargo, sino que los temas han brotado de manera espontánea.

Por fortuna, me dijeron que respetarían los temas que yo eligiera. Y, bueno, escribir sin línea editorial ni rígidos cánones es algo muy bonito, así como una hermosa expresión de libertad, la cual debe ser consustancial a la creatividad, por supuesto. Como en esos días de abril estaba puliendo el artículo “La Patriótica sonaba en el viento” -con la cual, por cierto, me entusiasmé tanto que dupliqué el número de cuartillas-, ipso facto inicié mi colaboración. Pero me quedó en el paladar el regusto de que, de cierta forma, yo debería explicar a mis eventuales lectores por qué y sobre qué escribo.

¿Por qué escribo? Aún no lo sé a cabalidad, pero intuyo que es por un impulso interno, provocado por la necesidad imperiosa de comunicar y compartir, casi tan urgente como la de respirar. Y esto es congruente con mi vocación y actividad de investigador y profesor, que siempre he disfrutado mucho, no solo en las aulas universitarias, sino también en revistas científicas y en charlas con extensionistas y agricultores.

Pero creo que mucho de eso viene en los genes. Cuentan que mi bisabuelo Rafael Rodríguez, oriundo de Grecia, fue secretario en la alcaldía de Naranjo, y tenía buena pluma. De las cinco mujeres y un varón de su descendencia, Fidelina (mi tía abuela Lela, a quien no conocí), con apenas algún grado de instrucción escolar escribía poesía y, antes de cumplir 20 años, siendo admiradora del movimiento independentista cubano, varias veces escribió en la prensa artículos alusivos a dicha causa, con el pseudónimo de “María”. Además fue maestra, como sus hermanas Ramona y Clotilde -cuando no era requisito tener título-, y aunque ellas no escribieron, de mi abuela Ramona surgiría un hijo periodista, Luis Castro Rodríguez, hoy con 92 años, y de Clotilde un nieto también periodista, Edgar Espinoza Rodríguez, conocido columnista en La Nación.

Debo acotar que del lado de mi abuelo, entre los Quirós también había gusto por las letras. Aún recuerdo los cuadernos perfumados de cada Día de la Madre, donde con caligrafía exquisita el tío Jesús -la mayoría de cuyos descendientes reside en Tibás- escribía poemas y otros textos para mi madre (eran hermanos por vía paterna, hijo del abuelo Ascención, quien había enviudado de su primera esposa).

No obstante, además de mi afecto por la escritura, soy fanático de la estética de la letra impresa y, por algún ritual atávico que aún no entiendo (¿más cuestiones genéticas?), nunca empiezo a leer un libro sin antes deslizarlo por mi rostro para disfrutar de la textura del papel y del enervante olor de la tinta. Y, ya en mis manos -como escribí alguna vez-, siento el goce sibarítico de arrellanarme en el sillón de un rincón cálido para palparlo, olerlo y empezar a disfrutar de sus palabras e imágenes. Eso explica también mi interés en la labor editorial, como miembro de varios órganos pertinentes. En el pasado lo fui del Consejo Editorial de la UNA y del CATIE, y hoy del INBio, así como miembro del consejo de redacción de la revistas Ciencias Ambientales (UNA) y Brenesia (Museo Nacional). Asimismo, hoy funjo como director de la revista Manejo Integrado de Plagas y Agroecología (CATIE), como miembro de los comités internacionales de Neotropical Entomology (Brasil) y de la Revista Colombiana de Entomología, y como editor asociado de Vida Silvestre Neotropical..

Quizás por estas razones tan entintadas es que me cueste aún aceptar que las palabras que escribiré para Informa-tico se podrían disolver y perder en el éter, sin aterrizar nunca ni quedar capturadas en un trozo de papel. Pero, ¡qué se le va a hacer! Tendrán la ventaja, eso sí, de circular de manera más veloz y masiva, así como reiterada en cada reenvío, alcanzando a un auditorio mucho más amplio.

Bueno, y aclarado esto, debo decir algo acerca de los temas sobre los cuales escribo. Como indiqué en mis “Dos cuartillas”, inspirado por la obra científica y cívica de esa figura egregia y mentora que fue el doctor Clodomiro Picado, mis primeros artículos de opinión por la prensa versaron sobre cuestiones polémicas relativas al deterioro ambiental, lo cual con los años se amplió a algunos temas agrícolas acuciantes. No obstante, mis inquietudes en el campo de la cultura (sobre todo la literatura), así como mis aficiones por la historia, me han llevado a escribir sobre personajes y asuntos olvidados o poco reconocidos, que ameritan ser rescatados y avivados en su significado.

En síntesis, los casi 150 artículos que he escrito hasta ahora en la prensa revelan que mi pluma es más bien ecléctica y -pienso yo- muy fiel a los principios y valores que orientan mi vida. Y, por la congruencia de estos con los objetivos de Informa-tico, creo haber encontrado un nuevo y cálido hábitat desde el cual así, sin línea, llegarán a ustedes mis textos, en línea.

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